El nuevo dilema del agro uruguayo: soja o ganadería_04.09.2015
Escalón por escalón, el precio de la soja va cayendo en el mercado internacional, que de forma transparente lo traslada al mercado local. De los US$ 500 –y más– que tuvo dos años atrás la oleaginosa, ahora los márgenes extraordinarios se han esfumado y para plantar hay que ser valiente. Con US$ 300 por tonelada que se ofrecen esta semana solo hay que esperar que los precios reboten o que se logre un rendimiento muy elevado para lograr un margen.
El desafío es mayor aún para quienes pagan rentas porque, aunque han ajustado a la baja, muchas fueron pactadas con un precio mayor al actual, en torno a US$ 350, cuando el exceso de lluvias al comienzo de la siembra de EEUU dio aliento a los mercados.
Los números que parecían cerrar ajustadamente dos meses atrás, ahora se han vuelto más finos. Tras ese momento que ilusionó el precio fue derrumbado por la mejora en las condiciones climáticas en EEUU, que se aproxima a otra cosecha de más de 100 millones de toneladas, y las dudas crecientes que genera la economía de China.
Todo entre la baja en el precio de la tierra en kilos de soja y el de la propia soja, que disminuye lo que percibe el arrendatario. Una renta de 800 kilos a US$ 500 la tonelada significaba lograr US$ 400 por hectárea, algo imposible de lograr en ganadería y sin riesgo. Pero ahora esos 800 tal vez son 500 o 600 kilos a US$ 300 por tonelada, con lo que la renta que recibe el propietario de la tierra cae a la mitad y el negocio se vuelve menos atractivo.
De esta forma, los números de la ganadería realizada en suelos de alto potencial se emparejan con los de la soja. Pero el problema es que volver a la ganadería no es barato, mientras que arrendar para la soja es gratis y simple.
Entre una pradera que cueste unos US$ 250/ha y lo que cuesta poblar el campo, el regreso a la ganadería requiere de una inversión importante. Para alguien que tenga unas 200 hectáreas –es decir, una superficie modesta– para rearmar la ganadería eso implica una inversión de más de US$ 100 mil y que tiene un retorno diferido en el tiempo, mientras que el arrendatario usualmente paga una parte por adelantado y se encarga de todo.
Rafael Gil, gerente de la consultora ABC, estimó que los costos de cultivo de soja se ubican entre US$ 550 y US$ 600 por hectárea, dependiendo de si se toma en cuenta el costo de la cobertura de invierno (US$ 50 aproximadamente). A ese costo directo debe agregarse el pago por la renta y los gastos comerciales (flete más gastos de comercialización). La suma de los costos de renta y gastos comerciales agregan entre US$ 200 y US$ 300 por hectárea, según la región del país, distancia a puerto y rendimiento proyectado de grano a transportar.
Pero con un costo total de cerca de US$ 900 y un precio por tonelada de US$ 300, el rendimiento de equilibrio se acerca a los 3.000 kilos/ha, lo que es menos que el promedio nacional y solo se obtiene en años muy buenos.
La alternativa es la ganadería. «Para la ganadería estamos proyectando una inversión de aproximadamente US$ 200 a US$300 por ha en pasturas permanentes de 3-4 años de persistencia (incluye insumos, labores y eléctrico para pastoreo en franjas), con un costo de mantenimiento de US$ 75-US$ 100/ha aproximadamente en refertilizaciones y aplicación de herbicida para control de malezas en los años siguientes a la siembra. A ese costo se agrega el de poner los animales que comerán esas pasturas», explicó Gil.
Agregó que «si se compran novillos grandes, de 350 kilos, pastoreando a una carga de 2 UG/ha, estamos considerando 2.17 novillos por ha, a un precio de compra de US$ 1,82/kg, el costo total del regreso a la ganadería es de US$ 1.380/ha en ganado».
Si agregamos las pasturas, el regreso a un sistema ganadero termina sumando un costo de unos US$ 1.630 por hectárea como total. Estas son meras referencias ya que las cargas son muy variables de acuerdo al volumen de forraje disponible, tipo de pastoreo (intensidad y frecuencia del mismo) y existencia o no de suplementación estratégica.
Para el agricultor mercedario Gabriel Carballal, el costo directo de una soja de primera se ubica en U$ 560 por hectárea. Para un propietario, sin contar los costos de oportunidad, el equilibrio es de 2.000 kilos. Para un arrendador que pague 750 kg/ha de renta (la referencia de las zonas núcleo agrícola) ese equilibrio está en los 2.750 kg/ha. Algo parecido al rendimiento que puede esperarse.
La alternativa ganadera, según sus números, son una pradera que tiene un costo de US$ 250/ha, pero entiende que el costo de poner el ganado es de unos US$ 300-US$ 350/ha y la renta que en caso de alquilar no debería superar los US$ 100/ha.
«Con esos números necesitas ganar 700 gramos por día y comprar al mismo precio de la venta (no más caro) para que te deje US$ 30/ha. Son números finos también, pero por lo menos mucho más seguros», dijo Carballal.
Una decisión que no es fácil para quienes están arrendando y tal vez más simple para los propietarios de campo, cotejando ingresos de corto, mediano y largo plazo, así como los balances de materia orgánica en los suelos, que en muchos casos están ya reclamando un descanso de la agricultura para pasar a esquemas forrajeros.
La decisión la están evaluando en estas semanas todos: desde las grandes empresas que tienen que definir su estrategia para 2015/16 hasta los pequeños empresarios para los que un traspié puede ser fatal. Las variables para armar una estrategia son más volátiles que en años anteriores. La propia estabilidad del sector ganadero no resistió el final de las faenas destinadas a Israel y esta semana aceleró las bajas.
Pero en un mundo en el que China tambalea y en un país en el que el costo del transporte es el más alto de la región, el recorte sobre áreas agrícolas distantes de puerto parece un hecho. El balance será una baja en el área sembrada de soja. De entre 1,3 millones y 1,4 millones de hectáreas sembradas un año atrás seguramente se baje a 1,1 millones este año.
La carta de la carne ovina está en la manga
La carne ovina llegará al mercado de EEUU más tarde o más temprano. Seguramente lo haga sobre fines de este año o comienzos de 2016. Eso le puede permitir dar un nuevo salto al rubro, que ha salvado en esta semana los últimos exámenes técnicos de EEUU y espera los trámites que finalicen la habilitación para la carne con hueso. Tal vez a partir de allí el producto pueda entrar en Canadá, México y tal vez la Unión Europea para cortes con hueso.
Sin esa habilitación, la carne ovina sigue con un comportamiento destacado. El precio promedio de exportación ha subido en lo que va de este año a US$ 4.516 la tonelada, frente al promedio de US$ 4.124 que había promediado en los primeros ocho meses del año pasado. En cambio la carne vacuna lucha para mantenerse cerca de los US$ 4.000 la tonelada, promediando en este año US$ 3.832, 3% menos que los US$ 3.964 que había promediado en los primeros ocho meses de 2014.
En ambos casos, una situación radicalmente diferente a la de los granos, que han tenido un fuerte ajuste. Pero no necesariamente un argumento suficiente para abandonar la soja para hacerle lugar a los pesados novillos o a los escurridizos corderos tan fáciles de robar.